Estados depresivos

Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) la depresión es un trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o de la apetito, sensación de cansancio y falta de concentración.

Es normal que entramos en un estado de tristeza muy grande con la muerte de un ser querido, con los contratiempos que pueden llevar las relaciones en el trabajo, etc. Pero muchas veces, sin poderlo explicar y sin problemas que lo desencadenen, entramos en un estado de depresión igualmente.
Puede no haber ningún motivo aparente y tener un estado de ánimo deprimido, estar triste o no poder afrontar el día a día con normalidad.
Esto es así porque muchas veces no son los sentimientos los que desarrollan este trastorno, sino la inflamación de las neuronas por diversas causas, incluso debido a cualquier proceso infeccioso o vírico.

Nuestro punto de vista es que para curarla no sólo tenemos que complementar los niveles de serotonina, si no que es necesario intentar reducir la probable inflamación existente en torno a las neuronas afectadas.

La ozonoterapia conduce a una mejora significativa general de muchos procesos fisiológicos del organismo, mejora la calidad de vida y la capacidad de trabajo. Además, compensa y retarda el deterioro que se va produciendo en el organismo como consecuencia de su envejecimiento natural. Sus efectos son duraderos en el tiempo y no presenta efectos colaterales.
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La depresión es una enfermedad que provoca una alta discapacidad y un fuerte impacto social. Quien la sufre es víctima de una fuerte estigmatización, lo que hace que, incluso en los países desarrollados, más de la mitad de las personas que la tienen no sean diagnosticadas ni tratadas.

Los síntomas de la depresión pueden variar de una persona a otra. Los más frecuentes son el bajo estado de ánimo, tristeza o sentimientos de desesperanza y la pérdida de interés por las actividades de las que antes se gaudia.Amb frecuencia el enfermo presenta síntomas de irritabilidad, cansancio, falta de concentración y de memoria, sentimientos de inutilidad y de culpabilidad, pensamientos negativos y deseos suicidas.

El aumento de la ansiedad puede conllevar síntomas físicos como dolor, palpitaciones cardíacas o molestias abdominales.

La depresión puede llegar a hacerse crónica y dificultar sensiblemente el desempeño en el trabajo o la escuela y la capacidad para afrontar la vida diaria. La depresión es una enfermedad grave y cruel, que no se ve, pero que es capaz de invalidar más que cualquier enfermedad física y que normalmente el entorno familiar y social del paciente no logra entender.

La prevalencia en nuestra población ronda el 30 por ciento en las mujeres y el 15 por ciento en los hombres y hay que decir que los fármacos que complementan la serotonina son, en general, efectivos aunque no curan el sistema nervioso.
La serotonina es un químico que ayuda a transmitir mensajes una y otra vez entre los nervios del cuerpo.

Es una hormona (un neurotransmisor) con una gran tarea que hacer. El estado de ánimo, la digestión, el sueño y la sexualidad, por nombrar algunas funciones, las controla la serotonina. "Sentirse bien" es el resultado de que la serotonina haga bien su trabajo.

El sistema nervioso central depende de niveles equilibrados de serotonina para permitir que el cuerpo funcione con eficiencia óptima. Esto es importante cuando la meta es evitar situaciones médicas como la depresión, la ansiedad y el pánico, los trastornos de bipolaridad y las migrañas.
La depresión, que afecta a millones de personas en el mundo, se debe a una inflamación física. Es el mismo proceso de recuperación que en el cuerpo que se inflama y duele ante un golpe. En el cuerpo una vez puede resultar un dolor crónico y, del mismo modo, el cerebro provoca una depresión crónica. Así que no es sorprendente que los estudios más relevantes entre la comunidad científica sea precisamente que la inflamación, nexo común de enfermedades neuro-degenerativas, cardiopatías, diabetes, cáncer y muchas otras enfermedades crónicas, está conectada a la depresión.

La zona pre-frontal del cerebro donde tiene lugar el pensamiento más avanzado, donde se inventa nuestro futuro, donde valoramos alternativas y estrategias para solucionar los problemas y tomar decisiones, está tremendamente influida por el sistema límbico, que es nuestro cerebro emocional.

Varios estudios han revelado que las hormonas que se descargan en nuestro organismo cuando estamos enfermos debilita también nuestro sistema inmunológico. En un sistema inmuno débil rápidamente se asienta un desequilibrio y el organismo es más propenso a contraer infecciones y otras enfermedades.

Del mismo modo, las infecciones y enfermedades de nuestro organismo alteran nuestro sistema inmunológico y afectan directamente a las neuronas, que también se inflaman y dan como efectos los estados depresivos.

La inflamación de bajo grado del organismo puede contribuir a la acumulación de placa que bloquea las arterias y también en otros trastornos relacionados con un sistema inmunitario fuera de control. Lo cual también afecta nuestra capacidad de percepción y nuestras emociones.